Nada hay más real en esta poesía bañada por la serenidad y la quietud de los recuerdos y engarzada al tiempo haciendo de la vida su justo collar en la nuez del tiempo, allí donde las cuentas penden con vida propia. Espíritu y zapatos se hallan en el mismo saco poético y las hebras llevan sangre y linfa como si fueran seres vivos. Al otro lado de este generoso mundo poético se halla un hombre apacible, lleno de memoria y pleno de silencios que habla con el evocador gesto de la escritura.
