Dionicia poeta, desarrolla una historia personal, íntima, propia, donde se desteje un hilo permanente de pérdida, de nostalgia, de frustración, de tristeza, de dolor, pero que no llega a luto ni a lo luctuoso, el yo apelante se cura con la resignación cuando dice: “No importa si ya no eres el de las músicas azules, yo seré tu trovador”. Es como si el color golpeado por la luz, como ella dice, y el rastrojo verde amenazado por el fuego, quisieran ocultarse “Entre las sombras de sus soles”, como se llama su libro, de poeta y creadora con todo el derecho de crear cuantos soles desee, con el poder y la magia de la palabra. Su poesía revive raíces muertas o derrotadas por la distancia o la lejanía; el recuerdo y el olvido o de esos puentes que no se pudieron atar ni tender para siempre porque las lianas no eran suficientemente fuertes o “porque las flores más bellas siempre permanecen ocultas”.
