Durante la niñez de la autora, sus padres le contaban o leían cuentos, a ella y a su hermano, siempre tuvo el recuerdo de varios, pero uno le llamó la atención, se trataba de un gallo muy ingenuo y una zorra muy astuta.
Cuando la autora conoció las letras, empezó a leer cuentos y no solo en su lengua, sino también en ruso, inglés y español. Sino podía entener algún cuento, se esforzaba por leerlo con atención. Para entender El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, supo que requería experiencia y conocimiento del mundo. Así que empezó a viajar por la ruta de las palabras.
Cuando quiso escribir sus propios cuentos, se di cuenta que mejor se sentía componiendo poesías y siguió ese camino. Sin embargo, no dejó de leer cuentos, ya no era niña, pero la literatura de tradición oral le seguía fascinando.